domingo, 31 de enero de 2010

TRAS LA PERFECCION


El ímpetu, la bravura se pueden demostrar de muchas maneras, una de esas maneras es cuando comenzamos el estudio o práctica de algo; solo el hecho de empezarlo nos representa un gran esfuerzo un acopio de voluntad, pero el persistir concienzudamente en la perfección y la búsqueda del conocimiento de cualquier materia nos tiene que hacer sentir distintos frente a todos aquellos que a la falta de esas condiciones (ni siquiera a emprender un camino que les puede beneficiar en diferentes ámbitos sean físicos o mentales), les va a permitir llegar a una meta.

En la materia que nos representa... las artes marciales, desde luego como todo en la vida nos hará enfrentarnos ante situaciones que requieren mucha fuerza mental, pues encontraremos baches de todo tipo y la motivación necesaria para persistir decrecerá muchas veces haciéndonos caer en la tentación de abandonar, pero debemos de continuar el camino, nos hemos de enfrentar a nuestros propios fantasmas fuertes y sólidos a veces, otras no tanto... pero necesarios para que tomemos conciencia del valor de nuestro sacrificio y necesarios para fortalecernos interiormente.

El comienzo es duro, has de estar muy atento para captar todo lo que se pueda y ponerlo en práctica una vez y otra hasta que salga medianamente bien, pero ahí no acaba todo, tras un largo y arduo camino se ha de seguir repitiendo, y repitiendo, y repitiendo lo mismo, solo así podremos llegar a sentir lo que sienten los maestros, (a pesar de que estos en su camino no se sentirán como tales y también tendrán sus inquietudes). Ese es el camino de la perfección, podremos verlos realizar cualquier movimiento con tal dominio y precisión que nos quedaremos boquiabiertos ante lo que estén realizando, pero... ellos prosiguen su camino de práctica y de perfección esa es su sabiduría tener la fuerza, el coraje de proseguir la búsqueda.

Si es duro caminar con la vista a un paso delante de ti, también es duro hacer que el neófito sepa percibir todo lo que uno está enseñando y entienda el esfuerzo que se le exige hasta que sea él solo quien siga con su propio apoyo, dicho de otra modo ha de proseguir sobre la cuerda floja que aguanta por un lado el conocimiento y por el otro su instructor. Para éste, desde luego el conseguir un alumno que prosiga ese camino y llegue a una de sus primeras metas, es una gran satisfacción, es una victoria para el mismo, una medalla en su solapa que brillará siempre como un galardón recibido con orgullo y guardado en el cajón de sus premios para siempre. Esa es la condición mutua que hará que los dos avancen y aprendan el uno del otro, y que la perfección con plena similitud en el pasar del tiempo y el esfuerzo les alcance con sus manos. Ahí está el coraje, ahí está la verdadera maestría.