domingo, 14 de noviembre de 2010

sábado, 16 de octubre de 2010


“Cuando nuestros conocimientos hayan alcanzado un nivel alto, siempre hemos de mantenernos con humildad por debajo de la persona que nos ha enseñado, son nuestras señas de identidad, es el respeto y agradecimiento”.

Generacion Biamonti

domingo, 21 de marzo de 2010

EL CUENTO DE LA MONTAÑA

La mañana era placida, los rayos del sol asomaban tímidos acariciando la silueta de la montaña, cuando me dirigí a iniciar su ascenso. La idea de comenzar una aventura estaba llena de ilusión y de nerviosismo a su vez, provocaban en mi una mezcla, que bien dejaba entrever las fuerzas con las que iba a disponer al inicio de ese cometido.

Cogí el camino y con un paso firme y ligero comencé a caminar… cuando al poco me encontré un anciano que descansaba sentado en una piedra y que daba la sensación de que era parte del paisaje, que me informó de los peligros que me podían surgir en este trayecto, pero mi obcecación solo era llegar a la cima y contemplar la impresionante vista que desde allí se avistaba , sentir la extraña pero agradable sensación de acariciar con mis manos la vegetación que allí crecía y a la vez oler las mil esencias que embadurnaban el ambiente provocando en todo el que lo olía una sensación que rozaba el éxtasis.
Pasadas unas horas de ascenso, el camino quedó cortado por unas piedras las cuales tuve que evitarlas haciendo que mi camino fuese más riguroso y largo del que yo me había planteado en un principio, pero con mucho esfuerzo pude continuar este. Las fuerzas iban decayendo cada vez que me adentraba en la montaña, pero mi ilusión era más fuerte que lo que hasta ahora me había encontrado.
Más adelante… oí un gruñido que me hizo estar alerta, podía ser un animal que quisiera atacarme y...¡ efectivamente !. El miedo se apoderó de mis agarrotados músculos, pero en un alarde de valor cogí una piedra que había cerca de mí y en un tiro certero el animal huyó despavorido y yo pude aliviar mi tensión no sin antes caer desplomado al suelo preso del miedo, pero atento no fuese que el animal volviese a continuar su ataque.
No me demoré más y continué andando varias horas. Los fantasmas de mi mente me acosaron y frente al cansancio…la duda apareció golpeando las ansias de seguir, la inseguridad había crecido y aunque sentía la fuerza que me acompañaba inherente al principio no pude evitar que incluso las lagrimas de la soledad, apareciesen fruto de mi flaqueza mental. Pero… no sé porque, una subida de ánimo hizo que me levantase apretando los puños y los dientes e hizo que me pusiera en pie y prosiguiera con la idea que me hizo encontrarme allí donde estaba, poder conseguir lo que la cima de la montaña me podía ofrecer se impuso en mí y seguí andando.
Cuando la mitad de mi senda se hacía cercana, las fuerzas rozaban cada vez más el desánimo, cuando caí preso de los espejismos haciendo que apareciera una mujer hermosa que me instó a que abandonara, sus caricias me daban una inspiradora pero adormecedora sensación que me hizo pensarme el proseguir el camino, cuando de pronto me restregué los ojos y sacudí enérgicamente la cabeza, y otra vez la fuerza del pensamiento y del sentimiento de voluntad se aunaron para hacerme despertar de mi letargo sensitivo.
Seguí y seguí tras varias horas, cuando en un recodo paré a comer un poco y me eché a pegar una cabezada para reponer fuerzas y al despertar... otra vez la duda fue la que con un ataque fiero intento que me desasiera de mi intento, pensé en retroceder, se me hacía muy duro subir hasta la cima, decidí dar media vuelta y abandonar no sin antes tener un sentimiento de frustración y desanimo e inicié el descenso unos metros cuando… otra vez esa fuerza de voluntad emergió de mis adentros haciéndome parar bruscamente y nuevamente cambiar el rumbo. Seguí en busca de mi gran motivación personal, esos ideales por los que luché hasta llegar donde había llegado y… ¿lo iba a abandonar todo?
Atravesé una zona escarpada teniendo que agarrarme a las rocas con uñas y dientes porque la zona era tan inaccesible, que su situación no hacía más que recordarme si valía la pena...caer en el intento y perder la vida. Pero otra vez…esa fuerza divina, sobrehumana hizo que me agarrase con más fuerza y que la concentración en el objetivo que me tenía allí colgado en esa tarea peligrosa, me empujase a seguir.
Otra vez salí victorioso de haber superado aquel barranco,”el barranco de las ansias” que era como lo llamaban, lugar que hizo que muchos como yo, abandonaran su intento. Y retome feliz el camino. Pero la lluvia hizo que me buscase un sitio para guarecerme y poder pasar la noche .A la mañana siguiente… al levantarme, otra vez la duda repitió sus ataques contra mi voluntad, hizo que me pensara la posibilidad de proseguir…pero otra vez continúe.
Estaba cerca, había sufrido mucho, había pasado lo indecible para estar donde estaba, y allí me hallaba… a un paso de mi meta, de lo que me había propuesto.
El ánimo hacia emerger una alegría que me hacía sentir feliz, pero aun faltaba un poco, aun no había llegado a la cima, estaba cerca, la avistaba, pero no era suficiente… tenía que sacar las últimas fuerzas para estar en la cúspide…tome aire y con los ojos en lo más alto seguí ascendiendo.
El camino en su final requería aun más fuerza ya que con el cansancio que arrastraba y lo abrupto y lo inclinado del terreno hacían que fuese aun mas difícil seguir... y titubee una vez más, volviendo el desanimo y las ganas de abandonar, quise quitármelo de la cabeza pero…que fuerza tan grande tenemos en nuestro interior que nos hace luchar contra esos desalientos y pisotearlos hasta impedir que levanten su puño contra nuestras ideas, que ancladas en nuestro lugar más profundo nos hace ser más fuertes que la sola idea del abandono.
Volví a mi idea inicial cuando de pronto, el mismo anciano que me encontré en las faldas de la montaña, estaba allí… mirándome fijamente y aplaudiendo con su gesto el coraje de haber llegado a donde había llegado…era el final del camino. Pero… ¿y qué hacía allí el anciano? ¿Cómo era posible que con lo que me había costado llegar hasta ese punto, él estuviese allí? Un anciano endeble, débil…

Cuando me dijo con voz firme:

“yo…soy tu voluntad, tu fuerza interior, el que te ha empujado a llegar hasta aquí. Tu gozo por el valor que has tenido, la sombra de tus miedos y tu duda”.
Y desapareció…
Entonces pude ver y comprender que el anciano… era yo mismo, con mis defectos y mis virtudes. Defectos que había tenido que superar con la fuerza de mis convicciones.
Y pude disfrutar de todo lo que la idea de llegar a la cima me había ofrecido en mis inicios, del aroma que allí se respiraba, de la sensación que me hacia tocar la vegetación que allí crecía o solamente observar la impresionante vista que desde allí se veía. Pero realmente lo que más me lleno de alegría y satisfacción… era saber que había llegado hasta el final, con el sacrificio que ello me comportó, con el esfuerzo que eso me supuso.
Esa era mi ilusión, la conseguí y después de aprender de la experiencia… me sentí feliz.
J.P.F.M.

viernes, 5 de febrero de 2010

MI COMIENZO EN EL "DO"



Recuerdo que en el año 74, en pleno boom de las Artes Marciales, conocí estas por las peliculas de Bruce Lee y estaba impaciente por poder apuntarme a algún gimnasio y comenzar a practicarlas. En aquel tiempo, aún en la dictadura, las leyes españolas del momento ponían todo tipo de condiciones para inscribirse, por ejemplo, no se podía estar fichado por la policía o había que tener un mínimo de edad (16 años). Pese a todo vivías con la ilusión de que pasaran los años para alcanzar la edad mínima y poder aprender lo que tanto ansiabas.

Recuerdo que la palabra de nuestro sensei era sagrada, lo teníamos en un pedestal y rondábamos alrededor de él como si fuera el centro de nuestra pequeña galaxia personal. Su sola presencia, transmitía energía y uno era capaz de realizar proezas que exigían un gran sacrificio, como levantarse a una hora muy temprana de la madrugada en pleno invierno para ir a entrenar, o correr descalzo por la montaña tratando de aguantar una clase extremadamente dura en la que las técnicas se repetían una vez tras otra hasta llegar al límite de las fuerzas.

Recuerdo las veces en las que hubiera dicho con ganas “¡Hoy no voy a entrenar!”, precisamente por carecer de esas ganas... O cuando mis amigos me animaban en la puerta de un bar con una cerveza en la mano a que les acompañara en su tertulia a pasar un caluroso día de verano y, sin embargo, no sé por qué poderosa razón, me daba media vuelta y me dirigía a entrenar un día más.

Recuerdo esos días en los que, por miedo, no hubiera ido al gimnasio porque siendo un niño tenía que combatir con practicantes mayores que yo y de más nivel, y me sentía como David contra Goliat. Pero la sola palabra de mi profesor me empujaba a superar con valor lo que antes era para mí un obstáculo insalvable.

Poco a poco iba pasando el tiempo y, recordando el verso de Antonio Machado que dice “...caminante son tus huellas el camino y nada más, caminante se hace camino al andar...”, me di cuenta de que sin saberlo había llegado a las metas, las había sobrepasado, había superado todo aquello que un día no hubiera creído poder superar. Tenía otra visión de mí mismo más positiva, tenía la convicción de que, en según qué problemas, iba a disponer de un gran espíritu de lucha, de que no iba a amilanarme frente a cualquier problema ni a dejarme doblegar fácilmente. Había madurado sí. No tengo ninguna duda acerca de quién fue el que con sus enseñanzas tanto me ha acompañado en la vida, ofreciéndome esa mano que me ayudó a tenerme en pie a continuar con mi camino y a realizarme como persona por lo que nunca olvidaré la huella tan fuerte que dejó en mí y que perdura hoy en día.

En la actualidad intento transmitir mi experiencia y trato de que el mayor número de personas posible se beneficien de ella y puedan (como he podido yo) ver las cosas desde una óptica más positiva y que refuerce una voluntad firme. Trato de crear un clima de trabajo en el que siempre esté presente la búsqueda continua de la perfección. Marcando en la personalidad un espíritu de lucha y sacrificio que nos haga sentirnos satisfechos con nosotros mismos por sentir emerger esa fuerza en los momentos duros, intentando superar todos los retos que se nos presenten en la vida, viviendo con ilusión el sentimiento de practicar algo tan maravilloso como son las Artes Marciales.

Son tantas y tantas las cosas positivas que se sienten con su práctica que, mientras me sea posible, no me cansaré de seguir el camino ya empezado y transmitir la intensidad de mis experiencias. Es necesario recordar, no olvidar. Luchar, no desfallecer. Practicar, no parar. Transmitir, no callar. Para que nadie se rinda frente a la pereza y tenga el conocimiento de algo que le hará sentirse más lleno de vitalidad y motivación en su vida.

KARATE- kata Shimpa de Shito ryu

KARATE-Kata Matsukaze de Shito Ryu

domingo, 31 de enero de 2010

TRAS LA PERFECCION


El ímpetu, la bravura se pueden demostrar de muchas maneras, una de esas maneras es cuando comenzamos el estudio o práctica de algo; solo el hecho de empezarlo nos representa un gran esfuerzo un acopio de voluntad, pero el persistir concienzudamente en la perfección y la búsqueda del conocimiento de cualquier materia nos tiene que hacer sentir distintos frente a todos aquellos que a la falta de esas condiciones (ni siquiera a emprender un camino que les puede beneficiar en diferentes ámbitos sean físicos o mentales), les va a permitir llegar a una meta.

En la materia que nos representa... las artes marciales, desde luego como todo en la vida nos hará enfrentarnos ante situaciones que requieren mucha fuerza mental, pues encontraremos baches de todo tipo y la motivación necesaria para persistir decrecerá muchas veces haciéndonos caer en la tentación de abandonar, pero debemos de continuar el camino, nos hemos de enfrentar a nuestros propios fantasmas fuertes y sólidos a veces, otras no tanto... pero necesarios para que tomemos conciencia del valor de nuestro sacrificio y necesarios para fortalecernos interiormente.

El comienzo es duro, has de estar muy atento para captar todo lo que se pueda y ponerlo en práctica una vez y otra hasta que salga medianamente bien, pero ahí no acaba todo, tras un largo y arduo camino se ha de seguir repitiendo, y repitiendo, y repitiendo lo mismo, solo así podremos llegar a sentir lo que sienten los maestros, (a pesar de que estos en su camino no se sentirán como tales y también tendrán sus inquietudes). Ese es el camino de la perfección, podremos verlos realizar cualquier movimiento con tal dominio y precisión que nos quedaremos boquiabiertos ante lo que estén realizando, pero... ellos prosiguen su camino de práctica y de perfección esa es su sabiduría tener la fuerza, el coraje de proseguir la búsqueda.

Si es duro caminar con la vista a un paso delante de ti, también es duro hacer que el neófito sepa percibir todo lo que uno está enseñando y entienda el esfuerzo que se le exige hasta que sea él solo quien siga con su propio apoyo, dicho de otra modo ha de proseguir sobre la cuerda floja que aguanta por un lado el conocimiento y por el otro su instructor. Para éste, desde luego el conseguir un alumno que prosiga ese camino y llegue a una de sus primeras metas, es una gran satisfacción, es una victoria para el mismo, una medalla en su solapa que brillará siempre como un galardón recibido con orgullo y guardado en el cajón de sus premios para siempre. Esa es la condición mutua que hará que los dos avancen y aprendan el uno del otro, y que la perfección con plena similitud en el pasar del tiempo y el esfuerzo les alcance con sus manos. Ahí está el coraje, ahí está la verdadera maestría.