domingo, 21 de marzo de 2010

EL CUENTO DE LA MONTAÑA

La mañana era placida, los rayos del sol asomaban tímidos acariciando la silueta de la montaña, cuando me dirigí a iniciar su ascenso. La idea de comenzar una aventura estaba llena de ilusión y de nerviosismo a su vez, provocaban en mi una mezcla, que bien dejaba entrever las fuerzas con las que iba a disponer al inicio de ese cometido.

Cogí el camino y con un paso firme y ligero comencé a caminar… cuando al poco me encontré un anciano que descansaba sentado en una piedra y que daba la sensación de que era parte del paisaje, que me informó de los peligros que me podían surgir en este trayecto, pero mi obcecación solo era llegar a la cima y contemplar la impresionante vista que desde allí se avistaba , sentir la extraña pero agradable sensación de acariciar con mis manos la vegetación que allí crecía y a la vez oler las mil esencias que embadurnaban el ambiente provocando en todo el que lo olía una sensación que rozaba el éxtasis.
Pasadas unas horas de ascenso, el camino quedó cortado por unas piedras las cuales tuve que evitarlas haciendo que mi camino fuese más riguroso y largo del que yo me había planteado en un principio, pero con mucho esfuerzo pude continuar este. Las fuerzas iban decayendo cada vez que me adentraba en la montaña, pero mi ilusión era más fuerte que lo que hasta ahora me había encontrado.
Más adelante… oí un gruñido que me hizo estar alerta, podía ser un animal que quisiera atacarme y...¡ efectivamente !. El miedo se apoderó de mis agarrotados músculos, pero en un alarde de valor cogí una piedra que había cerca de mí y en un tiro certero el animal huyó despavorido y yo pude aliviar mi tensión no sin antes caer desplomado al suelo preso del miedo, pero atento no fuese que el animal volviese a continuar su ataque.
No me demoré más y continué andando varias horas. Los fantasmas de mi mente me acosaron y frente al cansancio…la duda apareció golpeando las ansias de seguir, la inseguridad había crecido y aunque sentía la fuerza que me acompañaba inherente al principio no pude evitar que incluso las lagrimas de la soledad, apareciesen fruto de mi flaqueza mental. Pero… no sé porque, una subida de ánimo hizo que me levantase apretando los puños y los dientes e hizo que me pusiera en pie y prosiguiera con la idea que me hizo encontrarme allí donde estaba, poder conseguir lo que la cima de la montaña me podía ofrecer se impuso en mí y seguí andando.
Cuando la mitad de mi senda se hacía cercana, las fuerzas rozaban cada vez más el desánimo, cuando caí preso de los espejismos haciendo que apareciera una mujer hermosa que me instó a que abandonara, sus caricias me daban una inspiradora pero adormecedora sensación que me hizo pensarme el proseguir el camino, cuando de pronto me restregué los ojos y sacudí enérgicamente la cabeza, y otra vez la fuerza del pensamiento y del sentimiento de voluntad se aunaron para hacerme despertar de mi letargo sensitivo.
Seguí y seguí tras varias horas, cuando en un recodo paré a comer un poco y me eché a pegar una cabezada para reponer fuerzas y al despertar... otra vez la duda fue la que con un ataque fiero intento que me desasiera de mi intento, pensé en retroceder, se me hacía muy duro subir hasta la cima, decidí dar media vuelta y abandonar no sin antes tener un sentimiento de frustración y desanimo e inicié el descenso unos metros cuando… otra vez esa fuerza de voluntad emergió de mis adentros haciéndome parar bruscamente y nuevamente cambiar el rumbo. Seguí en busca de mi gran motivación personal, esos ideales por los que luché hasta llegar donde había llegado y… ¿lo iba a abandonar todo?
Atravesé una zona escarpada teniendo que agarrarme a las rocas con uñas y dientes porque la zona era tan inaccesible, que su situación no hacía más que recordarme si valía la pena...caer en el intento y perder la vida. Pero otra vez…esa fuerza divina, sobrehumana hizo que me agarrase con más fuerza y que la concentración en el objetivo que me tenía allí colgado en esa tarea peligrosa, me empujase a seguir.
Otra vez salí victorioso de haber superado aquel barranco,”el barranco de las ansias” que era como lo llamaban, lugar que hizo que muchos como yo, abandonaran su intento. Y retome feliz el camino. Pero la lluvia hizo que me buscase un sitio para guarecerme y poder pasar la noche .A la mañana siguiente… al levantarme, otra vez la duda repitió sus ataques contra mi voluntad, hizo que me pensara la posibilidad de proseguir…pero otra vez continúe.
Estaba cerca, había sufrido mucho, había pasado lo indecible para estar donde estaba, y allí me hallaba… a un paso de mi meta, de lo que me había propuesto.
El ánimo hacia emerger una alegría que me hacía sentir feliz, pero aun faltaba un poco, aun no había llegado a la cima, estaba cerca, la avistaba, pero no era suficiente… tenía que sacar las últimas fuerzas para estar en la cúspide…tome aire y con los ojos en lo más alto seguí ascendiendo.
El camino en su final requería aun más fuerza ya que con el cansancio que arrastraba y lo abrupto y lo inclinado del terreno hacían que fuese aun mas difícil seguir... y titubee una vez más, volviendo el desanimo y las ganas de abandonar, quise quitármelo de la cabeza pero…que fuerza tan grande tenemos en nuestro interior que nos hace luchar contra esos desalientos y pisotearlos hasta impedir que levanten su puño contra nuestras ideas, que ancladas en nuestro lugar más profundo nos hace ser más fuertes que la sola idea del abandono.
Volví a mi idea inicial cuando de pronto, el mismo anciano que me encontré en las faldas de la montaña, estaba allí… mirándome fijamente y aplaudiendo con su gesto el coraje de haber llegado a donde había llegado…era el final del camino. Pero… ¿y qué hacía allí el anciano? ¿Cómo era posible que con lo que me había costado llegar hasta ese punto, él estuviese allí? Un anciano endeble, débil…

Cuando me dijo con voz firme:

“yo…soy tu voluntad, tu fuerza interior, el que te ha empujado a llegar hasta aquí. Tu gozo por el valor que has tenido, la sombra de tus miedos y tu duda”.
Y desapareció…
Entonces pude ver y comprender que el anciano… era yo mismo, con mis defectos y mis virtudes. Defectos que había tenido que superar con la fuerza de mis convicciones.
Y pude disfrutar de todo lo que la idea de llegar a la cima me había ofrecido en mis inicios, del aroma que allí se respiraba, de la sensación que me hacia tocar la vegetación que allí crecía o solamente observar la impresionante vista que desde allí se veía. Pero realmente lo que más me lleno de alegría y satisfacción… era saber que había llegado hasta el final, con el sacrificio que ello me comportó, con el esfuerzo que eso me supuso.
Esa era mi ilusión, la conseguí y después de aprender de la experiencia… me sentí feliz.
J.P.F.M.