lunes, 22 de septiembre de 2014

Los efectos de la competición en los niños

Los efectos de la competición en los niños




Por Koncha Pinós- Pey
En septiembre los padres volvemos a la carrera contrarreloj de libros, libretas, mochilas, lápices, batas ... Algunos investigadores afirman que el estrés y la competición tienen una cara positiva, llegando a asegurar que los alumnos que compiten entre sí sacan mejores notas.Pero ya sabemos por propia experiencia vital de tener éxito en los exámenes no quiere decir que hayamos aprendido algo de lo dicho en clase.
De hecho, los investigadores han descubierto que la cooperación y el altruismo son una herramienta mucho más efectiva que la competición, probablemente porque ésta genera altos niveles de ansiedad y rompe el arco de la motivación a medio y largo plazo. 
La competición ha llevado al engaño en el ámbito profesional a deportistas de élite. Someternos continuamente a esta alta presión lo único que hace es deshumanizar nuestro proceso de aprendizaje. Si seguimos utilizando la herramienta de la presión como elemento motivador, no nos debe sorprender que haya violencia en las escuelas.
Por otra parte, también las expectativas negativas de los padres, en términos de competitividad, ansiedad y estrés, influyen en los niños.Todos conocemos a padres que presionan a sus hijos para que obtengan los mejores resultados académicos, entren en el equipo de fútbol en el que ellos no pudieron entrar, vayan a tal universidad o estudien una carrera para obtener un trabajo bien pagado. Algunos padres tienen un gran "ego" con el que envuelven las notas de sus hijos. Los mismos que acaban llevando a sus hijos a la sala de espera del psicólogo con diagnóstico de estrés severo.
Ahora que comienza el curso y estamos tan llenos de buenos propósitos, podríamos nutrir a nuestros niños con el bálsamo de la autonomía y la confianza, dejar que sus propias habilidades se desarrollen en lugar de llevarlos continuamente en el escenario de la competición académica.
Si de vez tensar la cuerda acabamos obteniendo el fracaso escolar, no nos sorprendamos. Carl Honoré ya nos lo advirtió en su libro Bajo presión del peligro del exceso de exigencia, del perfeccionismo, y nos invitó a "elogio de la calma", mucha calma, muchísima, para no tener miedo al "uno mismo "y poder autoeducar sin tener que recurrir a tanto libro de autoayuda.
Vivimos en una sociedad TDAH.
Los padres tenemos miedo a la responsabilidad de educar. Nos resulta más fácil dejar a nuestros hijos en manos de otros para que los eduquen, cada vez a una edad más temprana. La sobreprotección es el enemigo de la autonomía. La agenda de nuestros hijos está llena antes de que inicien el curso escolar, sin preguntar previamente a ellos qué les gustaría hacer este curso que empieza.
La formulación educativa que estamos instaurando conduce netamente en el camino de la ansiedad, el miedo y la búsqueda de situaciones que desafíen a la autoridad: drogas, violencia, sexo precoz.
Muchos niños y jóvenes sufren desórdenes y trastornos psicológicos; y el índice de suicidio entre los adolescentes lamentablemente ha crecido. En Inglaterra cada media hora un adolescente intenta suicidarse. En nuestro país también, sólo que las estadísticas no se publican para no crear alarma social. La infancia feliz está "en peligro de extinción". Gastamos más que nunca en nuestros hijos pero lo hemos burocratizado tanto que no funciona.
El niño no puede más con esta híperdemanda que hacen los padres, abuelos, profesores, y por eso no les queda otro camino que "volver hiperactivos". El TDAH es una pandemia en los países del primer mundo, pero no en la infancia sólo ... Vivimos en una sociedad TDAH.Una sociedad deprimida, suicida, violenta e injusta que presiona los unos contra los otros.
Para que un niño juegue no necesita un juguete de marca, ni ser un "bebé Dior" para ir vestido. Esta sofisticación no es más que ignorante arrogancia de una generación que no tuvo objetos materiales pero que fue más feliz. Creemos que los niños sabrán más si tienen tecnología, si hacen clases de ruso y ballet, pero los niños son sólo niños y sólo quieren jugar.
Parte del problema es que los padres no han superado el complejo de Peter Pan, no quieren ser padres, y se visten como adolescentes aunque pasan de los 40 Nos interesa educar o que nuestros hijos sean nuestros amigos? Estoy viendo a mi consulta padres con doctorados que se dejan dominar por niños de 9 años. Confundimos la autoestima con el respeto a los padres.
La autoestima no hace mejores estudiantes, ni tampoco aumenta las posibilidades de encontrar trabajo, ni erradica la violencia de género.No es necesario subordinar tanto a los niños; demasiado elogios y ponerlo todo tan fácil puede hacer que no puedan afrontar las dificultades ... o que lleguen a convencerse de que "no tiene por qué esforzarse." La perseverancia es una de las cualidades que debemos recuperar.
Modelo finlandés
El modelo finlandés e islandés mantienen a raya a los burócratas ya los padres ambiciosos, permitiendo que los niños se responsabilicen de sus necesidades y sean más felices y responsables a largo plazo.Menos deberes, menos horas en clase, autoevaluación, múltiples inteligencias. Maria Montessori ya nos habló de la importancia de la autonomía y la libertad en el proceso de aprendizaje. Necesitamos mejor formación para los profesores y también para los padres. Lo más importante es que el niño tenga "pasión por el aprendizaje" y no se sienta presionado a ser lo que otros quieren.
Ahora que empieza el nuevo curso, intentamos mantener el equilibrio con los niños, confiamos en ellos y en nosotros mismos. Damos un pequeño paso, reduciendo por ejemplo un 20% nuestras agendas y las de los niños, seleccionando y volviendo una y otra vez en el centro de nosotros mismos y dedicando un tiempo cada semana crear calma mental.
Autora: Koncha Pinós- Pey
Fuente: www.yogaenred.com