viernes, 5 de febrero de 2010

MI COMIENZO EN EL "DO"



Recuerdo que en el año 74, en pleno boom de las Artes Marciales, conocí estas por las peliculas de Bruce Lee y estaba impaciente por poder apuntarme a algún gimnasio y comenzar a practicarlas. En aquel tiempo, aún en la dictadura, las leyes españolas del momento ponían todo tipo de condiciones para inscribirse, por ejemplo, no se podía estar fichado por la policía o había que tener un mínimo de edad (16 años). Pese a todo vivías con la ilusión de que pasaran los años para alcanzar la edad mínima y poder aprender lo que tanto ansiabas.

Recuerdo que la palabra de nuestro sensei era sagrada, lo teníamos en un pedestal y rondábamos alrededor de él como si fuera el centro de nuestra pequeña galaxia personal. Su sola presencia, transmitía energía y uno era capaz de realizar proezas que exigían un gran sacrificio, como levantarse a una hora muy temprana de la madrugada en pleno invierno para ir a entrenar, o correr descalzo por la montaña tratando de aguantar una clase extremadamente dura en la que las técnicas se repetían una vez tras otra hasta llegar al límite de las fuerzas.

Recuerdo las veces en las que hubiera dicho con ganas “¡Hoy no voy a entrenar!”, precisamente por carecer de esas ganas... O cuando mis amigos me animaban en la puerta de un bar con una cerveza en la mano a que les acompañara en su tertulia a pasar un caluroso día de verano y, sin embargo, no sé por qué poderosa razón, me daba media vuelta y me dirigía a entrenar un día más.

Recuerdo esos días en los que, por miedo, no hubiera ido al gimnasio porque siendo un niño tenía que combatir con practicantes mayores que yo y de más nivel, y me sentía como David contra Goliat. Pero la sola palabra de mi profesor me empujaba a superar con valor lo que antes era para mí un obstáculo insalvable.

Poco a poco iba pasando el tiempo y, recordando el verso de Antonio Machado que dice “...caminante son tus huellas el camino y nada más, caminante se hace camino al andar...”, me di cuenta de que sin saberlo había llegado a las metas, las había sobrepasado, había superado todo aquello que un día no hubiera creído poder superar. Tenía otra visión de mí mismo más positiva, tenía la convicción de que, en según qué problemas, iba a disponer de un gran espíritu de lucha, de que no iba a amilanarme frente a cualquier problema ni a dejarme doblegar fácilmente. Había madurado sí. No tengo ninguna duda acerca de quién fue el que con sus enseñanzas tanto me ha acompañado en la vida, ofreciéndome esa mano que me ayudó a tenerme en pie a continuar con mi camino y a realizarme como persona por lo que nunca olvidaré la huella tan fuerte que dejó en mí y que perdura hoy en día.

En la actualidad intento transmitir mi experiencia y trato de que el mayor número de personas posible se beneficien de ella y puedan (como he podido yo) ver las cosas desde una óptica más positiva y que refuerce una voluntad firme. Trato de crear un clima de trabajo en el que siempre esté presente la búsqueda continua de la perfección. Marcando en la personalidad un espíritu de lucha y sacrificio que nos haga sentirnos satisfechos con nosotros mismos por sentir emerger esa fuerza en los momentos duros, intentando superar todos los retos que se nos presenten en la vida, viviendo con ilusión el sentimiento de practicar algo tan maravilloso como son las Artes Marciales.

Son tantas y tantas las cosas positivas que se sienten con su práctica que, mientras me sea posible, no me cansaré de seguir el camino ya empezado y transmitir la intensidad de mis experiencias. Es necesario recordar, no olvidar. Luchar, no desfallecer. Practicar, no parar. Transmitir, no callar. Para que nadie se rinda frente a la pereza y tenga el conocimiento de algo que le hará sentirse más lleno de vitalidad y motivación en su vida.

KARATE- kata Shimpa de Shito ryu

KARATE-Kata Matsukaze de Shito Ryu