Cuando conseguimos el cinturón negro, después de largos años de práctica...una gran alegría nos invade, nos sentimos satisfechos porque hemos conseguido una meta muy importante en nuestro camino, pero algo en lo que no nos paramos a pensar es en el sentimiento que la persona que nos ha guiado (nuestro maestro) siente en ese momento. Para esa persona es el colofon de un fin alcanzado que puede seguir desarrollándose es obio, pero llegar a ese punto es algo que le llena de orgullo, una gran obra, que plena de inmenso placer es observada con gran gentileza .
Por el contrario...cuando se abandona el camino a un paso de ser alcanzado, el desánimo se adueña de la situación, un desaliento unánime invade el sentimiento. Y es que tras esos largos años se va entrelazando un afecto que une a maestro y a alumno sin ser percibido la mayoría de las veces al ser muy sutil, y muy sensible a que los sentimientos afloren con verdadera fuerza... y en la gran mayoría de los casos perdemos lo que realmente nos hace ser mas personas…el agradecimiento a ser dirigido como la flecha que da en el blanco, como si fuese una obligación inherente. Sí… es cierto que la flecha ha de estar hecha de una madera noble y ha de estar perfectamente equilibrada para facilitar la puntería, pero también es cierto que sin la mano que tensa el arco con firmeza y aplomo sería imposible que la flecha llegase al blanco impune.
“El sentimiento es la verdad
que nos hace acariciar
la cúspide mas noble del ser humano
comprender este sentimiento
es alentar y dar vida
a lo mas magno de ésta.”
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